domingo, 23 de noviembre de 2008

Huellas


Luz roja, detengo el auto mientras te acercas sonriendo, solo tengo tiempo hasta que el semáforo de verde. Bajo del auto para intercambiar asientos y te abrazo fuerte. Durante una fracción de segundos logro sentir que las manecillas del reloj se quedan inmóviles y hasta el viento se detiene, solo estamos tu y yo en esa calle, detenidos …. Me hace volver en mí las bocinas de los autos y sé que de ahí en adelante no importa cuánto ruido se disemine por el aire, ni que tan toxico sea el aire por el calor del verano…..tenemos un puñado de sentimientos, movimientos básicos que nos permiten emocionarnos sin saber muy bien por qué…o quizás si.
Las palabras van y vienen, se entremezclan con la retorica y las historias, los chistes y la risa. Dicen que cuando el pasado te respira en la nuca, no queda más que dar la vuelta y mirarlo a los ojos,…y yo decido enfrentarlo. Hablas, te miro pero no te oigo, me encuentro perdida inmersa en mi interior buscando los detalles de la primera impresión de mi corazón y mi mente y aunque el diluvio arraso con cosas y parte de mis sentidos se enfrió, hay algo que permanece intacto en mi corazón. Solo quiero permanecer en este momento sin sentir que me amenace con retenerme o mal acostumbrarme para luego echar de menos y querer quedarme para siempre.
Así de breve, así de denso es el instante en el que dos miradas deciden tomar caminos opuestos o seguir juntas. Cuántas cosas tenemos pendientes, cuántas batallas nos quedan por perder todavía. Nadie tiene la culpa, pero estos últimos días se escapan despacio y sólo nos dejan humo sobre la piel y hojas secas en el paladar. Y aquí estoy yo tratando de leer entre líneas para comprender la estúpida ecuación que rige los estados de ánimo. Más allá del tiempo meteorológico, de las sombras de tus palabras o del reloj de arena de mi mesilla de noche.
A llegado la noche y las constelaciones parpadean hacia el norte y siempre creíste que eras el único capaz de interpretar esas pequeñas señales; ahora conoces la entrada principal y el callejón de atrás, no hay más sombras ahí fuera que dentro de tu cabeza y tienes muy claro que las escaleras bajan hasta el sótano pero no se detienen ahí, siguen descendiendo a la espera de que tomes una decisión. De que cierres los ojos, respires hondo y comiences a chapotear para mantenernos a flote. Puedes descartar las opciones correctas y quedarte sólo con las sábanas colgadas y el barro en los zapatos, pero no pretendas que nadie venga a ocupar tu lugar cuando te quedes dormido: en eso sí consigues ser genuino. Sonríe. Dispara. Antes de ser un ángel deberías aprender a borrar tus huellas.

No hay comentarios: